Ciudadania Express
Jueves 30 de abril, 2009. 08:00 am

Infancia feliz, un anhelo para la niñez triqui

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·       Abusos sexuales, orfandad y abandono social e institucional marcan sus historias

 

 

Por Soledad Jarquin Edgar

 

Oaxaca, México.- En la zona Triqui, en la mixteca oaxaqueña, al menos en Rastrojo, hay 25 niños y niñas huérfanos producto del conflicto político inter étnico y otra cantidad similar de infantes abandonados por sus padres y madres que tuvieron que huir para no ser asesinados.

 

La vida de estos niños y niñas es invisible, ha sido silenciosa. No hay institución pública que se vuelva a mirarlos. Las niñas mayores asumen la maternidad de sus hermanos y hermanas menores. Las niñas sufren violencia sexual. Las niñas como los niños han visto pasar las balas a través de las paredes de sus casas y a veces también las balas las alcanzan.

 

“Es normal” para las autoridades, “son triquis”, dice con un dejo de ironía la abogada Adriana Ortiz, quien es parte de una familia tocada por la violencia inter étnica y la violencia institucional “que no ve lo que sucede ni a la infancia ni a las personas adultas”.

 

[caption id="attachment_13561" align="aligncenter" width="300" caption="Niño triqui en una marcha de protesta"]Niño triqui  en una marcha de protesta[/caption]  

 

Como en la mayoría de las poblaciones habitadas por la etnia Triqui, en Rastrojo y Coyuchi, la infancia feliz es un anhelo lejos de alcanzar. Adriana Ortiz, es de las pocas mujeres preparadas. Estudió Derecho en la ciudad de Oaxaca. Las difíciles circunstancias la hicieron salir Rastrojo hace varios años.

 

Las historias

 

“Valentina” tiene 22 años, habla sólo lo elemental, prefiere guardar silencio. Su mirada es esquiva. Apenas observa al resto de las personas que la acompañan y no ve a la cara de quien le pregunta. Sus respuestas son casi inaudibles, denotan esfuerzo. Algunas preguntas las ignora, es como si no las escuchara.

 

 

Hace cinco años, cuando salió de la escuela secundaria un hombre joven la atacó y la violó. Cuando llegó a su casa, su madre la notó extraña, pero no preguntó nada. Ella, tampoco dijo nada. El hombre a quien conocía, porque su pueblo es pequeño, la amenazó con matarla, al igual que a su madre y a su padre si les decía algo. Aterrada guardó ese doloroso suceso.

 

A los pocos meses, su padre se dio cuenta que Valentina estaba embarazada. Sin preguntar la golpeó e insultó para luego correrla de la casa. Una de sus hermanas la llevó a San Martín Itunyoso donde fue atendida por religiosas.

 

Llegó el día del parto, las religiosas la trasladaron al hospital más cercano en Tlaxiaco y llamaron a sus hermanas mayores que viven en Oaxaca. Sus dos hermanas no daban crédito a lo que había pasado con Valentina, quien no dejaba de llorar y no quería ver a su hija recién nacida.

 

[caption id="attachment_13562" align="aligncenter" width="300" caption="Desde la niñez, hermana y madre, el destino de las mujeres triquis"]Desde la niñez, hermana y madre, el destino de las mujeres triquis[/caption]  

 

Finalmente, les contó lo sucedido. Sus dos hermanas le pidieron que tomara en brazos a la niña y que la alimentara, tenía hambre y como la madre de apenas 18 años entonces, tampoco dejaba de llorar. Total, la pequeña no tenía la culpa de nada, le decían.

 

Elena y Sonia

 

“Elena” tiene hoy 16 años, hace cinco años sus padres se fueron a vivir a Monterrey, Nuevo León, forzados por un conflicto político inter-étnico. Ella, entonces de 11 años, se hizo cargo de sus cinco hermanos restantes, dos mujeres y tres hombres menores que ella.

 

 

Como puede, a veces con ayuda de otros familiares, les ha dado de comer y ha procurado que no dejen de ir a la escuela. Ella, en cambio, no pudo volver a la escuela y no terminó la primaria.

 

 

“Sonia”, tenía 11 años cuando una bala la alcanzó, cuando estaba esperando a su tía en Río San Juan Cuyuchi Copala. Cuando ingreso al Hospital Dr. Aurelio Valdivieso, en octubre de 2007 el diagnóstico era grave, tenía hemorragia cerebral. Fue dada de alta en febrero de 2008.

Sonia que era una niña estudiosa y alegre, camina hoy con dificultad y recupera con poco a poco el habla. Constantemente pierde el equilibrio cuando camina, por lo que debe usar un bastón o debe ser llevada de la mano por alguien, pero avanza. Su tía, atiende las labores del campo y de la casa, desde hace años tiene bajo su responsabilidad a sus tres sobrinos. Ella quiere que Sonia vuelva a caminar y hablar como antes, pero la pobreza y la distancia impiden que pueda asistir a su terapia de rehabilitación recomendada por el personal médico.

 

 

Las tres son historias de niñas-adolescentes-mujeres triquis que han sido tocadas por la violencia que se vive en sus comunidades a raíz de un conflicto inter étnico recrudecido en 2004. Son tres de muchas otras historias semejantes.

 

 

Su infancia, marcada también por la marginación, ha sido complicada en extremo. Como muchas otras niñas de la zona, Valentina, Elena y Sonia –todos nombres ficticios para no violentar sus derechos- asumieron responsabilidades desde muy temprana edad.

 

 

La familia de Valentina decidió no interponer una denuncia, porque “después de todo la vergüenza ya nadie se la quita y la justicia no conoce los caminos que llevan a los pueblos triquis”, cuenta su hermana “María”, quien además sostiene que el victimario de Valentina había sido acusado en dos ocasiones anteriores.

 

 

De todos modos “resolvieron” el problema a través de los usos y costumbres de su pueblo, la reparación del daño alcanzó con 10 mil pesos y él fue expulsado de la población.

 

 

Elena no sabe si sus padres volverán algún día a su pueblo. Mientras tanto a sus 16 años, ha dedicado la tercera parte de ellos a cuidar a sus hermanos más pequeños, quienes también trabajan y estudian para “salir adelante”.

Sonia lucha contra las dificultades físicas que le dejó la balacera. Quienes le dispararon nunca fueron perseguidos por la justicia. Ella, como otros niños y niñas viven bajo el miedo de que las balas atraviesen las paredes de adobe y carrizo de sus casas, que de nueva cuenta las balas los alcancen mientras están afuera de sus casas cuando juegan o caminan hacia la escuela, a cualquier hora del día o de la noche, como ha pasado repetidamente sin que nadie haga algo por detener las agresiones.

 

Daniela…

 

Adriana no hace mucho esfuerzo para recordar que existe una gran cantidad de niñas y niños violentados por el conflicto político de la étnica Triqui. Abusos sexuales, orfandad y abandono marcan sus historias, que de tan comunes parecen no preocupar a las instituciones.

 

 

Recuerda algunos de los casos que han sido denunciados en los últimos dos años. Como la violación tumultuaria que sufrió una niña de 14 años. En este caso hubo una denuncia, los responsables fueron señalados: Timoteo Alejandro Ramírez, Francisco Martínez Bautista, Guadalupe Alejandro Ramírez y Marcos Flores, todos ellos integrantes del MULTI, la última incisión del Movimiento de Unificación de Lucha Triqui (MULT).  Como es habitual nadie ha sido detenido y a esa violación le siguió otra en la misma localidad, esta vez contra otra niña de 16 años, explica la abogada.

 

 

Adriana Ortiz expone que otra niña en situación difícil es Daniela Ortiz Ramírez de 14 años, quien “desapareció” junto la maestra bilingüe, su hermana Virginia, cuando se trasladaban de una comunidad a otra en la misma zona Triqui. Ambas jóvenes cumplirán este 5 de mayo, 22 meses de ausencia forzada, apunta la abogada y también su prima.

 

¿Día de niño y de la niña en la zona triqui? ¿Y sus derechos?

 

  [caption id="attachment_13563" align="aligncenter" width="300" caption="Adulta antes de niñas, la vida cotidiana en la región triqui"]Adulta antes de niñas, la vida cotidiana en la región triqui[/caption]
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