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Ramiro Hernández y el nacimiento de 8 temblor y la señora agua

Ramiro Hernández y el nacimiento de 8 temblor y la señora agua
Miércoles 14 de febrero, 2024.
02:09 pm
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Por: César Elí García 

Oaxaca.+Es de mañana, a penas las 8: 30. Estoy con el artista visual Fausto Luna y con Aidé Camacho, Fotógrafa. Estamos a las puertas de la casa de Ramiro Hernández, y lo vemos llegar con Gerardo Bonilla, vienen riendo y traen entre los brazos una gallina. Desde la noche anterior, se desvelaron preparando el horno, dentro de este ya se encuentran el señor Ocho Temblor y la Señora Agua, dos urnas Zapotecas, reproducciones de las originales, que fueron encontradas en el complejo ceremonial de Atzompa. 

Esta es la línea estética que practica Ramiro; reproducir lo más fiel posible, piezas de origen prehispánico. Esta vez fueron el señor Ocho Temblor y la Señora Agua, pero en otras ocasiones han sido Mictlantecuhtli  y Pitao Cosijo. 

Ramiro parte leña, luego ordena los troncos en el fogón del horno, un receptáculo de apenas 1.20 cm por 1.20 cm, hecho con barro y ladrillos, su brocal cubierto con un comal y tejas, y por supuesto, un poco de más barro. El fuego arde y sus lenguas salen por los costados del fogón, es hora de preparar la comida, porque la jornada será larga. La gallina es sacrificada y desplumada, entonces pienso en la vida y en la muerte, en el pasado y el presente como opuestos que se encuentran, significados en la muerte del animal, y el nacimiento del arte en las esculturas, pienso en Ocho Temblor y en la Señora Lluvia como personajes del pasado, y en nosotros como seres del presente que estiran la vista más allá del espacio acortando el tiempo. 

Pienso en el horno como un vientre, en donde se vuelve permanente lo efímero, en donde lo moldeado toma dureza, más allá del instante.

Mientras en el horno el barro se va cociendo, en la olla, el pollo hierve, un caldo al puro estilo tlalpeño.  Lo servimos en platos de barro, me sorprendo de nuestra ingenuidad, no alcanzamos a recordar que nuestra alegría está fundada en la muerte, entonces noto, que el ser humano es el único ser capaz de darse cuenta de la herida que pone en el mundo, para que nos mantengamos en la vida otro ser tiene que morir. Sin embargo, también somos los únicos capaces de resarcir esa herida, cuando ponemos en el mundo actos buenos, uno de ellos el arte. 

Ramiro Hernández es originario de la comunidad de Magdalena Apasco, creció entre canteras y material pétreo, fue en este ambiente en donde se encontró con la  posibilidad del arte. Según cuenta, trabajaba como velador en una trituradora de piedra, en donde obtenían grava, que más tarde vendían en volteos, como material de construcción. Quiso el destino, porque en cada pueblo la tierra es distinta, que el lodo que dejó la lluvia se pegara a sus botas. “Cuando traté de quitar el lodo de los zapatos, me di cuenta de que era muy pegajoso, como le decimos, chicludo, desde entonces era mi costumbre, jugar con el lodo”.  “Un día en que estaba aburrido, imagínate, solo cuidando la trituradora, estaba viendo una revista que encontré en la basura, vi unas imágenes zapotecas e intenté reproducirlas, no me salieron del todo, pero ahí empecé”

Hace tiempo escuché decir a un amigo que “la vida es una carretera” y fueron estas; la carretera y la vida, quienes llevaron a Ramiro a dejar aquel trabajo, y buscar una oportunidad en otra tierra. Quisieron los dioses colocarlo en San Jerónimo Yahuiche,

agencia de Atzompa, en donde el cauce del río Atoyac, dibuja su zona limítrofe, con la Agencia de San Jacinto Amilpas. Aquí encontró trabajo como paleador, es decir, llenando volteos de arena a pala. “Llenaba de dos a cuatro volteos por día, comenzaba mi jornada a las 4:00 am y terminaba a las 12 del mediodía, fíjate que ahí pasó algo curioso, comencé a encontrar tepalcates. Entre la arena salían, ollitas, bocas de jarros, platos rotos, de barro, y recordaba yo cuando hacía figuras con el lodo de magdalena, pero aquí no tenía tiempo” 

En Yahuiche, Ramiro tuvo la oportunidad de conocer a Gerardo Bonilla, Artista plástico, y a Pedro Sánchez,   con quienes entabló amistad, del primero, aprendió el compromiso por lo que uno quiere, y el apareció de las cosas bellas, el segundo lo encaminó por el camino del trabajo y del esfuerzo.  “Cuando conocí a Gerardo, comprendí que debía dedicar tiempo a aquello que me hacía feliz, a modelar con barro, y como aquí está cerca Atzompa, pues comencé a trabajar el barro de Atzompa, que no está de más decirlo, es un barro distinto al de otros lugares, incluyendo el de Magdalena” 

Me quedo pensando, que así como las personas, cada tierra tiene su carácter.

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