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¿QUÉ ES EL PERIODISMO DE PAZ?

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Periodismo de paz


Marco Lara Klahr

Es fácil suponer lo que para los censores del Pentágono, en su lógica comunicacional inmediatista e imperial, representaba la mirada del pintor Steve Mumford como amenaza: nada, o demasiado poco. Escudado en la apariencia inocua de sus pinceles, entró donde quiso y todo lo registró, como tal vez ningún periodista pudiera hacerlo, acerca de la invasión estadounidense de Irak. Dotado del valor envidiable de los mejores reporteros, se aproximó al refuego para plasmar algo más que la guerra: las fuentes de violencia, las maneras en la que las personas las viven y padecen, y la normalidad que son capaces de construir entre tal caos e incertidumbre.

Sus acuarelas, que fueron apareciendo en The New York Times, Harpers y ABC News, tienen un poder testimonial surgido también de su carga emotiva; su aportación periodística esencial es la de desmontar las visiones reduccionistas que abundan en los mass media a través de noticias desbordantes de sólo buenos y malos trenzados en una confrontación cuasi deportiva, donde lo apremiante es levantar la mano al vencedor.

A propósito del lanzamiento comercial de Diario de Bagdad. Un artista en Irak ocupado (Drawn &Quarterly, 2005) -el libro que compila en 224 páginas aquellas obras de inobjetable sentido periodístico-, el artista plástico neoyorquino dijo: “Cuando leo los informes de los reporteros de guerra, todos parecen tener siempre este mensaje de ‘pulgares arriba o abajo’ que utilizaban los romanos para perdonar o castigar las vidas de los esclavos. Yo pensaba en desarrollar un óptica que abarcara todo”.1

Cuatro décadas y media atrás (1961), en Noruega, una observación idéntica movió a Johan Galtung a añadir un componente crucial a los estudios de paz: el peace journalism o periodismo de paz. Hoy, Reporting Conflict: An Introduction to Peace Journalism (2004),2 escrito por Jake Lynch y Annabel McGoldrick (de BBC World News y fundadores de la organización Reporting the World), en coautoría con Galtung, puede ser considerado el catecismo, el manifiesto de esta corriente periodística -cuyo ejercicio, por desgracia, sigue siendo marginal.

Recientemente, el propio Galtung, hoy con 74 años, visitó el sureste mexicano para completar un diagnóstico sobre los tipos de conflictos que se entreveran en la compleja realidad chiapaneca y sus causas verdaderas.3 En un respiro de aquella visita breve e intensa, unas horas antes de inaugurar Casa Transcend en Puebla, concedió a etcétera una entrevista donde reconstruye los pasos que lo condujeron a procrear el periodismo de paz e integrarlo a su proyecto Transcend.

Si bien Reporting Conflict: An Introduction to Peace Journalism enfatiza en confrontaciones bélicas, ofreciendo aproximaciones al desempeño de la industria noticiosa frente a las guerras de Corea, Yugoslavia, el Golfo Pérsico e Irak, la perspectiva del periodismo de paz es más amplia; vale para toda suerte de escenarios caracterizados por el conflicto y su fundamento es que la información ha de dar cuenta pormenorizada y equilibrada no sólo de la confrontación y los actores radicalizados, sino de las causas que la explican, cómo sufren las personas comunes la violencia implícita, si hay actores dispuestos a la negociación y, sobre todo, la búsqueda y aportación de soluciones.

En este sentido, rebasa el cliché -que apunta al histórico desempeño pernicioso de los medios- según el cual la primera víctima de la guerra es la verdad: “La primera víctima en un guerra no es la verdad; ésta es la segunda. La primera víctima es, por supuesto, la paz”,4 y a su restablecimiento apremiante deben contribuir los contenidos mediáticos; es así como se materializa la responsabilidad social del periodismo.

Durante la entrevista con etcétera, entre las observaciones de Galtung respecto del comportamiento sistemático de los medios frente a conflictos de diversas dimensiones (desde interpersonales hasta globales) hay múltiples lecciones. El veterano experto noruego encuentra que la cobertura noticiosa está determinada por el machismo predominante en la industria mediática, así como por el hecho de que una práctica frecuente en las salas de redacción sea habilitar a reporteros deportivos como enviados de guerra.5 Un par de componentes adicionales son la ignorancia y la cobardía de los periodistas para formular las preguntas adecuadas a los representantes de las élites frente a coyunturas con potencial de escalamiento de la violencia.

Pero quizá su hallazgo empírico más importante sea el relacionado con algunas preguntas que hace más de medio siglo, desde el surgimiento de la televisión, se formulan la sociología y la antropología, y que han motivado enorme variedad de respuestas en forma de miles de ensayos: ¿los medios masivos de comunicación son fuente de violencia? ¿Reproducen la realidad o construyen realidades? ¿Al construir escenarios o crear percepciones de inseguridad inducen violencia? “No”, piensa Galtung, “pero la remuneran” y contribuyen a polarizarla, puesto que, en un escenario dado, reproducen casi exclusivamente las voces de las posiciones extremistas, en detrimento de las moderadas, y exaltan de muchos modos, en forma recurrente, el uso de la fuerza.

Rasgos esenciales del periodismo de paz

Johan Galtung (Oslo, 1930), director de Transcend-A Peace and Development Network for Conflict Transformation by Peaceful Means, una organización de alcance global con más de 300 miembros en 80 países, y rector de Transcend Peace University, ha sido uno de los pilares de los estudios de paz y la mediación y transformación de conflictos, cuya teoría y práctica incluye al periodismo. Fundó en 1959 el Peace Research Institute, un lustro después el Journal of Peace Research (1964) y en 2000 el Nordic Institute for Peace Research. Vive con su esposa japonesa de 69 años entre Kioto, París, Alicante y Washington. Se mueve por el planeta en ocho idiomas.

Para enfocar la charla en la responsabilidad -¿y misión?- de los medios de comunicación en escenarios conflictivos y exponer los postulados del periodismo de paz, transita de Chiapas a Yugoslavia o Irak, con rodeos por otras regiones: “Miremos, por ejemplo, la prensa mexicana ante la alerta roja emitida por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Aunque apareció como una noticia sobre Chiapas importante, resultó en nada. Cuando hay amenaza de violencia hay que decirlo, pero también hay que informar cuando hay paz; y en Chiapas pasan muchísimas cosas relacionadas con la paz que casi no aparecen en la prensa; tienen lugar diálogos por todos lados, reconciliaciones; existen tal vez miles de personas que desde o fuera del gobierno organizan diálogos, que hacen todo lo que pueden por resolver conflictos interpersonales, interreligiosos o de tenencia de la tierra; es verdad que no han logrado mucho, pero están tratando. El periodismo de paz quiere un tipo de noticia de optimismo y menos pesimismo; no está contra informar a la gente sobre violencia, sino que propone agregar un elemento, el de la paz”.

En sus conclusiones sobre el perfil de los reporteros asignados a cubrir conflictos bélicos se ha servido de observaciones de Jake Lynch y Annabel McGoldrick, quienes “me han dicho que en el periodismo de guerra la realidad se presenta siempre como la confrontación entre dos partidos debido a que muchos periodistas de guerra lo fueron antes de deportes y ven los conflictos como un tipo de lucha entre dos y donde se trata de ganar; tienen esto como un tipo de discurso mental.


“[…] Lynch y McGoldrick dicen que en Yugoslavia hay por lo menos 27 partidos, unos 12 dentro del país y 15 afuera, y en Palestina por lo menos dos grupos israelíes y dos palestinos, y no sólo los que representan las posiciones extremistas; y que si analizamos el conflicto a partir de todos los actores vemos muchas más posibilidades; si bien hay extremistas en ambos lados y son ellos los que captan la atención, en esos conflictos hay también moderados.

“Aquí viene el punto principal: cada uno en este mundo quiere salir en la prensa, pues hay una remuneración en eso; en particular, sé que los actores de violencia o sus aliados y familiares toman su tijera y recortan periódicos para guardar en sus bolsillos las notas que hablan de sus triunfos; lo mismo pueden ser bombarderos de un F16 contra palestinos que los extremistas palestinos suicidas. Entretanto, los que son autores de actos de paz no salen en primera plana. Esto es importante porque aquí tenemos la contribución de los medios a la polarización de las causas de violencia.”

¿Esa política editorial genera, a su vez, nuevas escaladas de violencia?

No es sólo que los medios hagan un mal trabajo, sino que son peligrosos también; contribuyen a la violencia con este tipo de cadena de reforzamiento de los actores de violencia. Recuerdo algo que me impresionó cuando era un objetor del servicio militar en Noruega a la edad de 25. En la cárcel principal de Oslo me internaron lado a lado con un asesino famoso en Noruega. Llevaba en su bolsillo un recorte de primera plana del día que estuvo frente al tribunal, porque sentía que aquél había sido su momento de fama. Y uno se preguntaba, “¿Pero no debe ser también un momento de vergüenza?”. Él sentía que era mucho más de fama; si pensaba que había hecho mal era sólo porque lo habían descubierto. Me llamó la atención este tipo de feedback positivo, porque entonces él, consciente o inconscientemente, rondaba sobre la idea de que “tal vez puedo salir en la prensa una vez más”. Todo esto fue lo que en 1961 me llevó a introducir el concepto de periodismo de la paz.

¿Puede ampliar el contexto?

Todo comenzó con un trabajo empírico de análisis de reportajes sobre Cuba, El Congo y Chipre en la prensa noruega. Me llamó la atención que, número uno, para ser publicado el acto tenía que ser instantáneo, es decir, diferente de lo que era antes, de modo que la violencia en sí misma se convertía en el acontecimiento y cuanto más negativa, mejor. Número dos, en todos estos conflictos había movimientos de mediación y contra la violencia que no se difundían. Mi propuesta fue no sólo analizar lo que había, sino pensar en lo que hubiera podido ser, en otro tipo de reportaje.

Aparte de ser profesor de sociología trabajaba como periodista para la radio noruega y me llamaba la atención que era fácil obtener otros datos acerca de otros hechos, y que el problema muchas veces no era el periodista, sino el editor, quien decidía qué era lo que supuestamente interesaba a los lectores.

Después de aquella experiencia he sostenido numerosos diálogos sobre esto y la impresión que me queda es que los lectores quieren noticias más optimistas, buscan algo con qué identificarse y pensar, “Mire, tal vez yo puedo contribuir en algo”, y estos lectores son sobre todo mujeres, porque parece que tenemos una prensa hecha para hombres, muy hormonizada.

¿Machista?

Sí. No es que necesariamente todos los periodistas lo sean, sino que es la imagen que le queda al lector. La prensa cree saber lo que los lectores piden, pero en realidad satisface a una minoría. La prueba es que cuando hay una noticia buena de paz, por ejemplo, el acuerdo de Israel-Palestina de 1993, los diarios vendieron mucho. Tengo la sospecha de que en muchos países es el hombre quien, por ejemplo, compra el diario cuando va o vuelve del trabajo; es él quien decide qué comprar y cuando uno habla con mujeres, dicen, “hay tantas noticias malas que no quiero leer estos diarios”, y quizá por eso ellas se dedican muchas veces a leer semanarios o revistas románticas o de modas.

¿Tiene fundamento cuantitativo esta sospecha?

Todavía no, son impresiones, pero podría ser una investigación interesante.

En este sentido, ¿encuentra matices entre los medios del primer y el tercer mundos?

No es mi impresión. Hay una tradición periodística que viene de Inglaterra y que ha influido mucho, y mi experiencia con talleres es que los periodistas ingleses constituyen el núcleo más duro.

¿Reporteros o editores?

Sobre todo editores. Su argumento es que son “objetivos”, que la violencia es objetiva y todas estas ideas de paz no son más que ideas.

Ese es también el argumento de cualquier editor mexicano.

Y tienen algo de razón, pero les digo que no se trata de comparar una ametralladora que dispara y mata con una declaración de un movimiento pacifista, sino de comparar la ametralladora con actos y proyectos concretos para la paz; por ejemplo, la declaración del [entonces] secretario general de Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, antes que estallara la guerra de Yugoslavia era excelente, ¡pero no estaba en la prensa! Tenía tres ideas magníficas para evitar la guerra, pero no salió en los medios, entonces mi argumento, cierta ocasión, contra el jefe de BBC World News era que la comparación es entre una matanza y un acto del secretario general de Naciones Unidas, “y si usted, señor editor, puede probar aquí que ha presentado así las noticias tendré que desdecirme”; por supuesto, llevaba mi investigación de contenidos que demostraba que no había sido así. Las propuestas de Pérez de Cuéllar surgieron en un momento tenso donde todo el mundo tenía más o menos la certeza de una guerra y en tal situación un proyecto de paz no se ubica, piensan los editores.

En tal circunstancia la información de paz es considerada desinformación.

Exacto. O al menos irrelevante. Entonces el jefe de BBC World News me dijo, “si esa declaración de Pérez de Cuéllar hubiera tenido consecuencias en el sentido de una reunión de alerta inmediata, la hubiéramos presentado”. Y le respondí, “señor editor, la razón por la que no ha tenido consecuencias tal declaración es que usted no la publicó; para que algo tenga consecuencias debe aparecer en el espacio público”.

Algo semejante ocurrió en la invasión a Irak. Un mes antes existía una propuesta de paz de Sadam Hussein; aquella propuesta de cuatro puntos apareció en The New York Times nueve meses después de la invasión. Un poquito tarde, ¿no? Tengo estima por Pérez de Cuéllar y no por Sadam Hussein, pero ése no es el punto, sino que son cosas relevantes expuestas al filtraje de la industria noticiosa. Es por ello que el periodismo de paz permite hacer distinciones entre los actores y muestra la información equilibrada, y los periodistas de paz deben saber dónde y qué buscar.

Están en numerosos textos suyos, pero es importante escucharlos de su voz: ¿cuáles son, por cierto, los rasgos del periodismo de paz?

Tengo una lista de cuatro.

Número uno: entender el conflicto y los objetivos de sus actores. La raíz de un acto de violencia es el conflicto y para entenderlo hay que saber de qué se trata y quiénes son las partes, así como sus objetivos; por ejemplo, ¿exactamente qué quieren los zapatistas, los evangélicos o los paramilitares en Chiapas?

Número dos: presentar una orientación hacia soluciones. En Irak las propuestas de Sadam Hussein eran de interés; si son honestas o no, lo ignoramos, pero hubiéramos podido saberlo llamando a Hussein a la mesa de negociación a partir de sus mismas cuatro propuestas. […] Es claro que no las publicaron porque estaban contra los intereses de Estados Unidos. […] Y no es que Estados Unidos domine a los medios, sino que éstos no tienen un enfoque de conflicto y resolución; su enfoque es de violencia y quién gana.

Número tres: perseguir la verdad simétrica. Hay algo llamado “periodismo investigativo” que siendo importante es una desviación, pues hace énfasis en investigar sólo al gobierno, mientras que nosotros decimos que en el periodismo para la paz se debe investigar a todos; que no es que George W. Bush no emita mentiras, sino que Hussein también lo hace. El periodismo tiene que ser simétrico.

Y número cuatro: orientación hacia la gente común y no sólo hacia las élites. En todas las guerras, lo mismo que recientemente con los huracanes, el que sufre es el pueblo, y las ideas para la paz suelen surgir no de gobiernos, sino de gente común, de manera que hay que atender no sólo las ruedas de prensa de cancilleres, sino hablar con todo tipo de gente, darle voz.

“… los periodistas no son sólo ignorantes, sino también cobardes”

El grueso de los reporteros en México y el mundo cubre conflictos interpersonales o intercomunitarios; constituyen una minoría quienes son asignados a confrontaciones bélicas. Johan Galtung piensa que todos los conflictos deben ser considerados importantes y los postulados del periodismo de paz son útiles para cualquier tipo. En junio del año anterior apareció en nuestro país Trascender y transformar. Una introducción al trabajo de conflictos (Transcend/Quimera/UNAM, 2004), donde el noruego ofrece 40 diferentes tipos de conflictos (de dimensiones micro, meso, macro y mega) y recursos metodológicos para resolverlos, bajo tres premisas:

1. “No hay conflictos de mayor o menor nivel”.

2. El fin principal de la mediación es lograr que “las partes puedan vivir con ellos”.

3.”… no son un tipo de juego en el que se gana o se pierde”, sino “luchas para sobrevivir, por bienestar, por libertad y por identidad; por las necesidades humanas básicas” (p. 7).

En la entrevista con etcétera, Galtung afirma que “ante cada uno de los conflictos expuestos en aquel libro [Trascender y transformar…] puedo imaginar un periodismo que enfatiza la violencia o uno que enfatiza las posibilidades. […] Propuesta es la primera palabra que debe tener en mente el periodista de paz. Tiene que preguntar, ¿hay algunas propuestas aquí?”.

¿La visión crítica es un valor secundario del periodismo de paz?

No estoy contra el periodismo crítico, sino por el periodismo constructivo, el que busca y aporta soluciones. Durante una aguda discusión con periodistas de Medio Oriente, el israelí esgrimió también el argumento de la objetividad, pues, en general, los periodistas de países hegemónicos hablan siempre de objetividad; y le dije, “imagínese usted que tenemos un naufragio cerca de Tel Aviv y a un hombre en la playa casi muerto, y viene un periodista con esta pregunta: ¿Han utilizado ya la respiración boca a boca? Y la gente responde, No, ¿eso ayuda?“. Practican la respiración boca a boca y el hombre es rescatado. Mi pregunta es, ¿es ésa una pregunta subjetiva u objetiva? En este caso, ¿qué importa? Lo que vale es que es una pregunta elemental, y además el periodista puede salir con un reportaje diciendo, Hemos constatado que hay una carencia de conocimientos básicos de primeros auxilios; han practicado este método y han rescatado una vida. Ahí está el elemento crítico también: la carencia”.

¿Puede el periodismo de paz contribuir a que la violencia en el mundo sea menor?

Es la tesis general. Hay violencia cuando tenemos un conflicto no resuelto. Un ejemplo que me gusta es el de un editor que envía a un reportero joven a cubrir un incendio, diciéndole, “en tal edificio hay mucho humo, ve”. El reportero vuelve y consigna que, “en efecto, hay mucho humo”. Enojado, el editor le pregunta, “¿Pero hay llamas?”. “Usted no me ha dicho que tengo que ver si hay llamas, sino humo; y usted tiene razón, hay humo, estuve allí”. Para mí el humo es la violencia y las llamas el conflicto, y los bomberos saben bien que no es suficiente eliminar el humo, sino atacar el origen. Del mismo modo, si el periodismo pone énfasis no en la violencia, sino en el conflicto y sus posibles salidas, estoy convencido que puede disminuirse la violencia.

Esto amerita recurrir más a fuentes especializadas.

Cierto. El periodista no tiene que saberlo todo, pero sí preguntarlo todo; pudo haber preguntado al señor Bush, “según usted, señor Presidente, ¿cuál es el conflicto detrás de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York?”. Y él hubiera respondido, “es un conflicto entre el bien y el mal; nosotros somos los buenos y los malos detestan que haya buenos en este mundo”, que es una posición idiota pero es la que tiene; entonces el periodista escribe y publica eso, y Bush queda neutralizado, porque es claro que los atentados tienen antecedentes, por ejemplo, en la política de Estados Unidos en Arabia Saudita e Israel-Palestina. Esto no lo explica todo, pero sí mucho.

En el periodismo de la paz el periodista incluye dos preguntas siempre que hay violencia: “¿Cuáles son el conflicto y sus causas?” y “¿cuál la salida?”. Son las que temen los políticos. En el caso del 11/S el periodista hubiera exhibido ante el mundo a Bush, pues éste habría respondido: “la salida es sencilla, el exterminio de los malos”. […] No justifico aquellos atentados, sólo digo que hay un tipo de causalidad entre conflictos y violencia; si consideras que la violencia no te gusta, elimina la causa. Los periodistas hacen la vida tan fácil a los políticos porque no les formulan estas dos preguntas, sino sólo la de “¿qué va a hacer usted contra la violencia?”, permitiéndoles responder, “vamos a movilizar, ta ta ta ta ta”. ¡Justo la pregunta que el político quiere! El problema es que muchas veces los periodistas no son sólo ignorantes, sino también cobardes.

Un debate de más de medio siglo entre quienes analizan el papel social de los mass media es si los contenidos mediáticos producen o inducen violencia por sí mismos. Antes respondió una parte, ¿pero tendría algo que añadir?

Número uno, remuneran la violencia al dar voz sólo a los actores con las posiciones más polarizadas, como dije; y, número dos, la falta de información sobre conflictos y soluciones estimula la ausencia de paz.

¿Cree en la infalibilidad de los medios? ¿Siempre logran imponerse en la visión colectiva?

No son infalibles, pero sí relevantes, porque muchas veces aportan la única imagen que tiene la gente.

¿Su perspectiva incluye a la prensa escrita, la radio y la televisión, o encuentra matices?

En mi experiencia, lo mejor muchas veces es la radio local, mientras que los medios en el centro del país son los peores, lo cual tiene que ver con el hecho de que siempre quieren tener acceso al gobierno. La radio local tiene acceso inmediato y sabe dónde duele el zapato al poder, además de que muchas veces dispone de más tiempo y puede pasar entrevistas más largas. La televisión funciona bajo mecanismos de superficialidad, tiene siempre un elemento de sensacionalismo y carece de espacio para la argumentación. Y la prensa nacional, con excepciones, es mala, demasiado elitista y aunque se llama independiente muchas veces no lo es, porque naturalmente teme al castigo, por ejemplo, del Presidente, temor a que pueda decir, “no quiero ser entrevistado por ustedes”. En un país grande como México hay, sin embargo, la posibilidad de contar con un diario como La Jornada, que no tiene muchos miramientos con el gobierno… para mí es un poquito demasiado negativo, pero lo leo con mucho gusto.

Notas

1 Elise Soukup, “La guerra en acuarela”, en Newsweek, 19/IX/05, p. 8.

2 La obra fue traducida recientemente al castellano por Fernando Montiel, representante de Transcend en México, y se prevé su publicación, en México, durante 2006. Existe también Peace Journalism, de los periodistas ingleses citados (Hawthorn Press, 2005). Otras fuentes de información especializadas en el tema y siempre actualizadas son www.transcend.org, reportingtheworld.org y peacejournalism.com, editada por el nepalí Kamala Sarup.

3 Johan Galtung y Fernando Montiel T., “Chiapas: una perspectiva Transcend”, auspiciado por Transcend-A Peace and Development Network, 2005.

4 Reporting Conflict: An Introduction to Peace Journalism (2004).

5 A propósito, Eduardo Salazar, el reportero que Televisa asignó a la cobertura de la invasión estadounidense en Irak había sido periodista deportivo.
Periodista.
klahr4@hotmail.com

Agradecemos al periodista Marco Lara Klahr, la autorización para la reproducción de este artículo publicado en la revista Etcétera:

Enlace: http://www.etcetera.com.mx/pag49ane62.asp